Atrás quedó la imagen del abstemio como aquella persona excéntrica, taciturna y socialmente inadaptada. Ahora los abstemios se llaman
teetotalers, tienen entre sus gurús a
Jennifer López o Jared Leto, son triunfadores, deportistas, tienen un aspecto envidiable y parecen haberse puesto de acuerdo para salir del armario y decirlo clarito: ser abstemio, amigos, es tendencia.
Más que ser abstemio, lo que realmente está de moda es cuidarse. La fiebre healthy, ya plenamente instalada en nuestra sociedad, tenía que llegar al mundo del alcohol, y cada vez son más los abstemios que reivindican su condición no sólo con orgullo, sino también, como ocurre con muchos veganos, con cierta condescendencia. Y es que estaba claro que tras veganos, vegetarianos, flexiterianos y demás corrientes instaladas más que nunca en el mens sana in corpore sano, los abstemios, que a menudo se adscriben también a las corrientes anteriores, iban a ser los siguientes.
Ellos son estupendos, carismáticos, tienen una piel casi tan maravillosa como un hígado en plena forma, unas neuronas felices y ningún agujero negro en el pasado, ninguna salida de tono de la que arrepentirse de por vida, ningún Whatsapp que lamentar enviado a horas intempestivas de la madrugada. Ellos no beben porque no lo necesitan, pues ya tienen la mayor parte del tiempo ocupada en desplegar su carisma ante el mundo, y en el poquito que les queda practican yoga, beben smoothies, investigan las bondades de los superalimentos y viajan a Etiopía a conocer sobre el terreno una plantación de teff. Y encima no tienen que enfrentarse a una de las experiencias más horribles a las que tiene que hacer frente un ser humano adulto: la resaca.